El fracaso de la profecía

 Hace dos días, fue 21 de diciembre y según aseguraban muchos, el día del Fin del Mundo. La idea se originó a raíz de la naturaleza cíclica del calendario maya, que produce que cada 5.126,36 años acabe un ciclo para comenzar el siguiente. Lo cierto es que los antiguos nunca insinuaron que el final de su calendario debiese implicar un fin del mundo. Parece bastante lógico pensar lo contrario, al tratarse precisamente de un calendario cíclico, sin principio ni final.




Lamentablemente, habrá quien se haya lucrado gracias al temor y el desconocimiento de otras personas. Otros habrán salido reforzados de esta experiencia (como aquellos que hayan aprovechado para ponerse al día con los conocimientos del doctor Juan Echenique y haya sabido mirar más allá de su habitual extravagancia). Por mi parte sólo desearos unos muy felices 5.126,36 años de este siguiente ciclo largo que hemos empezado.

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